La necesidad de conectar dos lugares no existe como punto de partida.

Un puente 2 experiencias.

Cuatro puentes 2x4 experiencias.

Una red de cuatro puentes 2xinfinitas experiencias.

Esa es la lógica fundamental en la generación de este proyecto como elemento urbano.


Uno de los lugares esta hipertrofiado de esencia, la Calle Torneo, y tras ella el casco antiguo de Sevilla, uno de los mayores de Europa.

El otro es en sí un no lugar, más allá de cualquier definición que Marc Augé pudiera hacer de estos fenómenos de la contemporaneidad, dado que la Cartuja ha dejado de existir para Sevilla.

Reducida a albergue de una serie de actividades huérfanas de otro sitio mejor, se encuentra encerrada entre dos brazos de río que no hacen si no aislarla.


Generar un lugar en La Cartuja es el primer objetivo del proyecto.

Descubrir ese lugar entre el Auditorio y la Plaza del Futuro permite al acto de cruzar el río, hasta el Paseo Juan Carlos I y la Calle Torneo.


Antes, sin embargo se ha asumido el acto de cruzar como vida urbana.

Las personas ya no van,
las personas van a.

La dinámica de la ciudad se mueve en base a fenómenos, acontecimientos, intereses. La contemplación y el solaz casi desaparecen en estado puro.

Ya no se toma el sol, se toma algo al sol.

Asumiendo esa circunstancia, decidimos no disociar, e incluso aprovechar, la relación que se ha creado entre el consumo y la gran mayoría de las dinámicas urbanas para provocar la inserción del proyecto dentro de la vida de la ciudad, presente y futura.

El comercio aparece así dentro del proyecto en su forma más brutal.

El centro comercial.

Dentro de esta lógica tratamos de ligar ese centro comercial a desarrollar con una de sus principales herramientas, el ocio.

Este ocio se desarrolla en nuestra zona mayoritariamente ligado al cuerpo.

Footing, ciclismo, patinaje, paseo… se llevan a cabo en el paseo de una forma unidireccional y hasta cierto punto anodina.


Decidimos d(e)splegar, como reacción a esta unidireccionalidad patente en el Paseo Juan Carlos I y la Calle Torneo, y a la propia esencia del puente, una red de caminos.

Una diversificación de las posibilidades que aumente de forma exponencial el valor de esta linealidad.

El puente como recorrido unidireccional desaparece, aparece el haz de puentes, el haz de experiencias. Capaces además de reconocer, de surcar el espacio hasta hacerlo parte de sí mismo.

Sin embargo, yendo más allá, y con el recurso omnipresente del capitalismo que implica la idea del centro comercial, planteamos una inflexión del enunciado de proyecto, y en lugar de desarrollar un edificio centro comercial y un puente, decidimos plantearnos lo que ocurriría si ese haz de experiencias, si ese lugar mágico de calma, bajo las nubes, casi a ras del agua y que encierra mil momentos distintos, fuera descubierto y llevado más allá por el mercado en base a la innegable capacidad de fagocitación que tiene.

Aparece el comercio conquistando del espacio generado, como conquistó el terreno que ha ocupado en tantísimos sitios de nuestras ciudades.

Esta conquista que el mercado realiza tiene toda la violencia del cuerpo. Aparece por sí y para sí.

El haz revienta, se anuda sobre si mismo, generando una red. Las posibilidades se expanden hasta el infinito.

La multiplicidad de caminos y cruces convierte a unos en paseos, a otros en lugares de por sí y a otros los torna en paseo-lugar.

El mercado ocupa, desplaza, expande, levanta y deprime el haz de experiencias a su antojo; generando a su vez un incremento exponencial de las mismas.

Los espacios que el proyecto deja al comercio son otros, aislados en un primer momento del entorno que parasitan, se asoman en el segundo asalto, crean contactos, roces, cruces y penetraciones de la mirada que rasgan la opacidad del aislamiento de los locales...

y se hacen partícipes de todo aquello que el haz de experiencias permite y potencia en su interior.

Planteado como complemento antagónico a la interdependencia espacial que entre los cuatro trazados se produce, el sistema tecnológico desarrollado permite la paradoja proyectual de la autosuficiencia de uno, dos o tres tubos en caso de que el proyecto se viese enfrentado a condicionantes adversos externos a él.

ALZADO SUR        

Igualmente es posible pensar en un funcionamiento correcto del sistema en otras localizaciones hipotéticas. La flexibilidad de los trazados e incluso la posibilidad de multiplicar la capacidad del haz hasta un número indeterminado de tubos hace que el proyecto se deba ver como un estado congelado de un sistema inestable.

Dejamos en manos de la escenografía comercial el desarrollo del potencial espacial.

La perversión de la neutralidad, la contaminación de la experiencia, positiva o negativa es un factor que se acepta como parcialmente incontrolable.

PLANTA COTA 7m
SECCIÓN TUBO 02
SECCIÓN TUBO 03

PLANTA COTA 11m


PLANTA COTA 15m
ALZADO SUR
SECCIÓN TUBO 01





Rentable para los promotores, esta vorágine no es el tipo de actividad perseguida, y por ello, renunciamos a un incremento de la superficie útil para los locales comerciales a favor de otros espacios. Lugares, encuentros, episodios insertos en ese haz de vectores de actividad parcialmente controlada. Para lograrlo, se establecen unas condiciones mínimas y máximas para esa arquitectura parásita que vendrá inmediatamente después. Unos criterios formales y materiales que establezcan un marco en el que esa arquitectura escenográfica no llegue a coartar las posibilidades sensoriales y espaciales de la superestructura.


En cuanto al desarrollo constructivo se ha rechazado de pleno la idea de la arquitectura elocuente.

Se minimiza el uso de materiales en el desarrollo de la superestructura ya que no existe la necesidad de exacerbar las experiencias sensibles mediante la diferenciación.

La continuidad de texturas, colores y formas primarias hace que las experiencias provocadas por las secuencias espaciales y su relación con la atmósfera adquieran aún más capacidad.

Se busca la neutralidad material. Tratamos, a pesar de ser conscientes de lo vano del intento, de conseguir la asignificación; el comercio es elemento soporte del proyecto, como germen de actividad urbana y sustento económico de la superestructura, y como tal, negarle la posibilidad de desarrollo y aprovechamiento de las características espaciales del proyecto, sería una total incoherencia.



Es evidente que el cruce de interferencias que se produce en los centros comerciales al uso no produce otra cosa que ansiedad en los usuarios, el comercio y con él la experiencia comercial se vuelve frenética, el proyecto busca otra cosa.




Se genera así la red, un d(e)spliegue de nodos, de atractores urbanos y sociales, soportado y a su vez soporte de un entramado de experiencias, de paseos-lugares para el placer y el ocio del cuerpo, para el d(e)spliegue de las personas.